11, Octubre, 2022

Foto: Getty.
El poder de las canas: por qué dejar de teñirse refuerza la autoridad de las mujeres en la oficina
La tiranía del tinte cada vez tiene menos esclavas. Las canas han dejado de ser un tabú para las mujeres y, en cambio, empiezan a percibirse como una señal de autoridad y autonomía que, además, encierra una interesante lectura sobre el futuro del mercado laboral.
Elena de los Ríos
Lo que hasta hace nada era una claudicación, hoy se eleva como síntoma de poder. Hablamos de las mujeres que dejan ver sus canas en vez de teñírselas, una decisión que subraya la autonomía y la autoridad de las que pueden evitar la repercusión de un gesto así. Ahí está la reina Letizia, renuente a tapar unas hebras de gris que desmienten su juvenil apariencia. No todas pueden. Este mismo año, la cadena de televisión canadiense CTV despidió a una de sus presentadoras más prestigiosas, Lisa LaFlamme, en cuanto dejó de teñirse.
El caso de LaFlamme (58 años) continúa levantando ampollas en Canadá, pues la marca Dove acaba de lanzar una campaña en la que dona 100.000 dólares a una organización que trabaja por la inclusión de las mujeres en el entorno laboral. De hecho, otras compañías han seguido su ejemplo, como la revista 'Sports Illustrated', cuya última portada está ocupada por Maye Musk, la imponente madre del millonario Elon Musk.
La "cruz" de los empleados veteranos
La portada que 'New Yorker' dedicó al pelo canoso en junio de 2021, celebrando que las mujeres dejaran de teñirse debido a las circunstancias pandémicas, tiene en realidad una lectura demográfica. Las compañías compiten hoy por el escaso talento joven y se enfrentan a todo tipo de litigios por despidos de los empleados veteranos, cuya remuneración se observa como un obstáculo presupuestario. En este contexto, el pelo gris no es solo una marca estética censurada sobre todo en las mujeres, sino la cruz de lo prescindible.
Todos los analistas esperan que esta política de despidos de empleados veteranos termine en algún momento. Las compañías van a tener que dedicar recursos a facilitar las trayectorias de sus empleados hasta la jubilación, promoviéndoles y formándoles, si no por responsabilidad social sí por exigencias demográficas. La mitad de la fuerza de trabajo en Estados Unidos ya es femenina y el 40% de la misma tiene más de 50 años. ¿Nos merecemos un sistema productivo que expulse a sus empleados justo cuando son más valiosos?
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