6, Octubre, 2020

Detalle del "Autorretrato de cuerpo entero", de la artista María Roësset.
Siete mujeres artistas que descubrirás en la exposición "Invitadas" del Museo del Prado y que desafiaron al machismo
Consiguieron, hace más de cien años, hacerse un hueco en los concursos y exposiciones de arte estatales. Toda una hazaña, ya que en el siglo XIX la mujer solo tenía un escenario en el que realizarse: el hogar. Estas siete mujeres son algunas de las artistas que puedes encontrar en la exposición "Invitadas", que acaba de inaugurar el Museo del Prado. Y seguro que ni siquiera habías oído hablar de ellas.
Es una de las grandes exposiciones de la temporada. Con "Invitadas. Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931)" el Museo del Prado de Madrid inaugura su temporada de exposiciones temporales. Ya te habíamos hablado de ella en nuestra recomendación sobre las exposiciones de (y sobre) mujeres que puedes ver este otoño en España, pero esta vez queremos que descubras a algunas de las artistas que forman parte de la muestra. Sus historias son apasionantes. Y no, parece que el Museo del Prado ya no se olvida tanto de las mujeres artistas.

La historia de esta pintora es excepcional. María Luisa de la Riva (Zaragoza, 1865-Madrid, 1926) consiguió, ya a finales del siglo XIX, convertirse en una de las artistas españolas más internacionales: vivió en París y expuso frecuentemente en los salones de la capital francesa, pero también llegó a colgar sus obras en San Petersburgo y fue condecorada por el Gobierno de Túnez. Además, tenía una mentalidad feminista muy avanzada: de la Riva reivindicaba el derecho de las mujeres artistas a vivir de su propio arte. Se especializó en pintura decorativa y bodegones, como este "Flores y frutas".

Otro ejemplo de biografía apasionante. Marisa Roësset Velasco (Madrid, 1904-1976) venía de cuna conservadora, aunque las mujeres de su familia sí habían podido dar rienda suelta a su creatividad: su tía era la pintora María Roësset Mosquera (conocida como MaRo) y sus primas, la escultora Marga Gil Roësset y la editora Consuelo Gil Roësset. Marisa es conocida por sus retratos (en la imagen, "Autorretrato de cuerpo entero") y su pintura religiosa. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde fue compañera de Dalí, ganó premios nacionales e internacionales, llegó a exponer en Buenos Aires y fundó una influyente escuela de pintura. A todo ello se suma que desde 1938 y durante toda la dictadura franquista, vivió una relación con la soprano y profesora de canto Lola Rodríguez Aragón. A la muerte de Marisa, en 1976, Lola reunió parte de sus cuadros con la intención de crear un museo.

Esta escultora y pintora no se resignó a su destino. Adela Ginés y Ortiz (Madrid, 1847-1923) había estudiado en la Escuela de Institutrices, pero su vocación artística era más fuerte y decidió también pasar por la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Reconocida en las exposiciones nacionales, Adela también fue profesora en instituciones dedicadas a la educación de la mujer: la Asociación para la Enseñanza de la Mujer y la Escuela Normal Central de Maestras. Además, en 1874 publicó un libro en el que trataba, desde el punto de vista femenino -algo nada usual en la época- los estereotipos morales de la mujer española: "Apuntes para un álbum del bello sexo. Tipos y caracteres de la mujer". En la imagen, su escultura "Victoria".

Es una de las mejores pintoras de bodegones de los siglos XIX y XX (como puedes ver en este cuadro, "Frutas") y, además, una de las artistas más galardonadas de las exposiciones estatales. Pero los cuadros de Julia Alcayde Montoya (Gijón, 1885-Madrid, 1939) también viajaron mucho: llegaron a estar colgados, entre 1893 y 1913, en las Exposiciones Internacionales de Chicago, Bruselas, Buenos Aires, Roma y Múnich. Además, fue amiga de Benito Pérez Galdós o Emilia Pardo Bazán.

Quizá a primera vista esta fotografía titulada "Copa alta con emperadores, virtudes y fama" no te diga mucho, pero tiene detrás una historia apasionante. En 1850, Charles Clifford, un famoso fotógrafo británico, llega a Madrid con su esposa, Jane. En la capital, el matrimonio consigue gran reconocimiento y dinero gracias a los retratos que hacen de la burguesía acomodada. En realidad, Charles es el que tiene el nombre y la fama y Jane no pasa de ser una mera ayudante.
Sin embargo, el destino es extraño a veces. Charles muere en 1863, pero esta tragedia permitió brillar a Jane, que había aprovechado los años junto a su marido para aprender el oficio. Ella crea su propio estudio fotográfico y, además, consigue el encargo de su vida. Justo antes de morir, el Museo del Prado había contratado a Charles para fotografiar el "Tesoro del Delfín", la colección de objetos preciosos de Luis de Francia que atesora el museo madrileño. El encargo recae sobre Jane y ella realiza decenas de fotografías, de gran complejidad técnica, que hoy están consideradas el mayor trabajo documental de obras de arte realizado por una mujer en España en el siglo XIX.
Como puedes ver, la vida de Jane Clifford es la típica historia de mujer brillante a la sombra de su marido, como le ocurrió a Lee Krasner, la genial pintora que se negó a vivir a la sombra de su marido, Jackson Pollock, que puede escuchar en nuestro podcast.

Esta pintora fue une pionera por muchas razones. Descendiente de una familia ilustre, Elena Brockmann (Madrid, 1865-1946) se matriculó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde tomó la escandalosa decisión de estudiar dibujo al natural, que incluía la anatomía humana. Discípula de Benlliure y Sorolla, Brockmann tuvo la valentía de lanzarse a realizar pintura histórica, algo que en aquellos años estaba casi vetado a las mujeres. Y aunque ganó premios y reconocimiento, nunca dejaron de encasillarla en la etiqueta de "pintora costumbrista". En la imagen, el espectacular cuadro "Paso de una procesión por el claustro de San Juan de los Reyes. Toledo".

Otra pionera. Alejandrina Gessler (Cádiz, 1831-París, 1907), que adoptó como pintora el pseudónimo de Madame Anselma, fue la primera mujer de la historia que se matriculó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Sin embargo, la mayor parte de su vida vivió en París, donde tenía su taller y era asidua participante de los salones artísticos. Además, publicó algunas obras literarias bajo el pseudónimo Fulana de Tal. También fue una magnífica copista, como demuestra esta copia de "Las hilanderas" de Velázquez.