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By WomenNow

26, Agosto, 2021

¿Se está desinflando el fenómeno Kamala Harris?

Crédito: Getty.

¿Se está desinflando el fenómeno Kamala Harris?

Eso dicen, al menos, las encuestas. Mientras la popularidad de Kamala Harris se desploma entre los electores, la indefinición de su papel dentro del gabinete de Joe Biden y la crisis en Afganistán han evidenciado la fragilidad de su imagen pública y están poniendo en cuestión su propio futuro político.

Ixone Díaz

Su llegada, en enero, a la vicepresidencia de Estados Unidos se convirtió en todo un fenómeno político. Solo se hablaba de Kamala Harris. De cómo había hecho historia y de cómo, probablemente, volvería a hacerla si decidía aspirar en algún momento a la Casa Blanca. Y aunque sus primeros cien días en el puesto recibieron, en líneas generales, un balance positivo, el fenómeno Kamala Harris ha empezado a dar muestras de debilidad y cansancio en las últimas semanas. La crisis en Afganistán tampoco le ha ayudado. El caos provocado por la retirada de las tropas norteamericanas del país ha debilitado la imagen de toda la administración Biden, Harris incluida. 

Recién llegada de su viaje oficial al Sudeste asiático, donde ha visitado Vietnam y Singapur, medios como el New York Post han cargado las tintas contra ella por mantener un perfil excesivamente bajo durante la crisis de Afganistán, sobre la que apenas se había pronunciado hasta hace unas horas salvo por el feed de su cuenta de Twitter. Harris tampoco ha acompañado a Biden en todas sus alocuciones públicas sobre la evacuación, algo que ha recibido severas críticas en los medios norteamericanos.

Y luego, están las encuestas, como la publicada por The Economist, en la que Harris salía considerablemente peor parada que Biden, con más de las mitad de los encuestados censurando su gestión. Tiene su explicación. Encargada de liderar la patata caliente de la política migratoria en la frontera de Estados Unidos , su viaje a América Central, donde exhibió un discurso excesivamente duro contra la inmigración, fue tan polémico que llegó a enfrentarle incluso con su compañera de partido Alexandria Ocasio-Cortez. 

Eclipsada por la crisis en Kabul, tampoco ha sabido (o podido) rentabilizar su perfil diplomático durante su viaje al sudeste asiático. Además, superados los primeros cien días de gracia, la prensa norteamericana tampoco le ha dado tregua: mientras un reportaje de Político desvelaba que la atmósfera de trabajo entre su staff era disfuncional y poco saludable, The Atlantic, que la entrevistó a principios de agosto, subrayaba su incómoda posición en el gabinete y su necesidad de ganarse el apoyo de quienes aprueban a Biden, pero la suspenden a ella. 

Y, sin embargo, todo podría ser una cuestión de percepción y o de simple "timing". Hace unos días, Politico explicaba que la vicepresidenta está sublimado el arte del networking en los círculos de poder del Capitolio y que, en apenas seis meses, ha logrado "construir relaciones con un gran número de aliados demócratas que podría utilizar en una futura campaña presidencial". Por eso, hay que asumir que su ambición sigue intacta. Igual que sus planes de ocupar algún día el Despacho Oval.

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