27, Mayo, 2022

Kaja Kallas, enemiga de Putin. Foto: Getty
Así se ha convertido Kaja Kallas, primera ministra de Estonia, en la peor enemiga de Putin
Vivió la represión soviética y todas las mujeres de su familia fueron deportadas a Siberia. Así empezó Kaja Kallas, primera ministra de Estonia, su lucha contra Vladimir Putin. Hija de un influyente político, es una europeísta convencida y solo tiene un deseo: que Ucrania gane esta guerra.
Elena de los Ríos
Se estrecha el cerco de mujeres, presidentas y primeras ministras, en torno al presidente Putin y su sangrienta invasión de Ucrania, una guerra que ha provocado el mayor movimiento geopolítico en Occidente desde la Segunda Guerra Mundial. Entre todas ellas, y hablamos de mandatarias tan sobresalientes como Ursula von der Leyen (presidenta de la Comisión Europea), Sanna Marin (primera ministra finlandesa) o Magdalena Andersson (primera ministra sueca), la que más razones tiene para oponerse casi con fiereza a Vladimir Putin es Kaja Kallas, primera ministra de Estonia. Rechaza frontalmente los planes rusos para fabricar una zona de seguridad afín en toda su frontera con territorio OTAN y, en los relatos de manipulación de la población rusa, iniciar la reconquista de su antiguo imperio es frontal. Sus razones son políticas, pero también personales. Muy personales.
Kaja Kallas (Tallin, 44 años), presidenta desde enero de 2021 de un gobierno de coalición de centro-izquierda, es abogada con un MBA y está especializada en Derecho de la Competencia Europeo y en Mercado de la Energía. Durante cuatro años fue vicepresidenta de la Delegación EU-Ucrania del Comité de Asociación Parlamentario y miembro del Comité de Industria, Investigación y Energía y delegada de la Asamblea Parlamentaria Euronest. En otras palabras: es una europeÍsta convencida. De hecho, su padre es Siim Kallas, conocido político estonio que fue uno de los vicepresidentes y comisario de Administración, Auditoría y Lucha contra el Fraude en la Comisión Europea cuando la presidía José Manuel Durao Barroso (de 2004 a 2014) y, más adelante, vicepresidente y Comisario de Transportes (además de presidente del Banco de Estonia, ministro de Asuntos Exteriores, ministro de Finanzas y primer ministro de Estonia durante un año).
El apellido Kallas forma parte de la élite estonia y europea, pero solo es una parte de la historia familiar. De hecho, la ahora presidenta de Estonia recuerda perfectamente cómo era el país bajo dominio soviético, tras la anexión que siguió a la Segunda Guerra Mundial. De hecho, se acuerda perfectamente de un viaje a Berlín Occidental cuando solo tenía 11 años y su padre le dijo: "Respira el aire de la libertad". También ha confesado que tiene muy presentes a su madre, su abuela y su bisabuela. Las tres fueron deportadas a Siberia cuando la madre de Kaja Kallas, Kristin, era solo un bebé. Fueron víctimas de la represión que vivió la élite política y económica del país a manos de la Unión Soviética, deseosa de quitarse de en medio a posibles opositores. Allí tuvieron que malvivir durante diez años en el exilio.
La brutalidad del imperio soviético está muy vivo en la familia Kallas, pero Kaja Kallas tiene otras razones para elevar la voz bien alto contra la política de guerra de Putin. Estonia, junto a Letonia y Lituania, son tres pequeños países en situación de máxima vulnerabilidad frente a Rusia, pues están entre los países que Putin continúa considerando parte del territorio de influencia rusa. De hecho, la primera ministra estonia sostiene que Putin no puede ganar la guerra, sino que es necesario que Ucrania la gane para que no se le ocurra repetir la maniobra de invasión en otros estados peor pertrechados militarmente. La anexión rusa de Crimea en 2014 es la amenaza en el horizonte que visualiza Kallas en su propio país.
"La paz no puede ser el objetivo final", ha aseverado Kaja Kallas en una reciente entrevista. "Las atrocidades que sufrió la población estonia empezaron, precisamente, tras la paz de la Segunda Guerra Mundial: deportaciones, ejecuciones y la intención de borrar nuestras costumbres y cultura. No queremos otra paz que da permiso para agredir. Mientras exista la amenaza de conflictos, la paz es inaceptable".