CIENCIA

Jennifer Doudna: la Premio Nobel de Química a la que su profesor del instituto le dijo que las mujeres no podían estudiar ciencias

En 2020, Jennifer Doudna fue galardonada con el Premio Nobel de Química junto con Emmanuelle Charpentier por el desarrollo de CRISPR, una técnica que permite la edición genética a través del ARN. Ahora, se acaba de publicar en España la biografía de la investigadora y profesora de Berkeley. El libro 'El código de la vida' cuenta su apasionante trayectoria y saca a la luz las barreras que tuvo que salvar por ser una mujer en el mundo de las ciencias.

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Sergio Muñoz

Los Premios Nobel de 2020 se caracterizaron por el reconocimiento a la labor de las mujeres. O, al menos, más que en otras ediciones. Son los hombres los que suelen copar los galardones que otorga la Real Academia de las Ciencias de Suecia, pero el año pasado hubo más mujeres que de costumbre entre los premiados: Louise Glück ganó el de Literatura, Andrea Ghez el de Física y las investigadoras Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier, el de Química. Estas últimas, por una técnica revolucionaria denominada CRISPR/Cas9, que funciona como unas "tijeras moleculares" capaces de modificar los genes humanos. La investigación llevada a cabo por Doudna y Charpentier abre nuevos horizontes en la lucha contra el cáncer y las enfermedades hereditarias.

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Aunque el año pasado la estadounidense Jennifer Doudna alcanzó una cumbre en su carrera, no ha sido fácil llegar hasta allí. El libro 'El código de la vida' (Editorial Debate), escrito por Walter Isaacson, y que se acaba de publicar en España, narra la biografía de la investigadora, apasionante y no exenta de dificultades. En primer lugar, sintió las barreras que el mundo científico le ponía a las mujeres desde joven. Doudna fue una niña curiosa que decidió dedicarse a la ciencia tras leer 'La doble hélice' de Jame Watson. En él descubrió la figura de la química británica Rosalind Franklin, lo que le llevó a darse cuenta de que las mujeres también podían dedicarse a la ciencia.

Sin embargo, a las puertas de la universidad se dio cuenta de que no iba a ser fácil. Isaacson lo narra así: "Cuando le explicó su propósito de ir a hacer una carrera al orientador del instituto, un anciano nipoestadounidense con querencias tradicionales, este comenzó a gruñir: "No, no, no". Entonces ella dejó de hablar y se quedó mirándolo. "Las chicas no se dedican a la ciencia", sentencio él. Trató de desincentivarla hasta para realizar el examen de acceso a la carrera de química. "Pero ¿tú sabes de verdad para que sirve, para que es esa prueba?", le preguntó". El comentario, según cuenta el autor, hizo que Doudna redoblara sus ganas de dedicarse a la ciencia.

Otro de los momentos vitales de Doudna que incluye el libro de Isaacson es cuando la investigadora, que en su etapa universitaria investigaba el ARN en un laboratorio, hizo un descubrimiento esencial casi de manera fortuita. "Un día en el que Doudna estaba trabajando con un técnico para tratar de crecer cristales, puso el material del experimento en una incubadora que no funcionaba correctamente. Al advertirlo, pensaron que las muestras se habrían echado a perder, pero cuando las observaron con el microscopio, vieron que los cristales habían crecido. "Los cristales tenían ARN y eran preciosos —recordaría Doudna—. Ahí fue cuando descubrimos que para obtener los cristales teníamos que aumentar la temperatura", escribe el autor. Ese "accidente" dio pie a desarrollar después, junto con Charpentier, las denominadas "tijeras genéticas" y le abrió las puertas de la prestigiosa Universidad de California en Berkeley. Era el descubrimiento científico más revolucionario en el último cuarto de siglo. Sin embargo, el éxito profesional se vio empañado por la tragedia personal, ya que justo coincidió en el tiempo con la muerte de su padre por un melanoma.

Más tarde, con Charpentier desarrolló la técnica CRISPR/Cas9, gracias a la que ganó el Premio Nobel en 2020. Un galardón que, en los tiempos que manejan los premios más prestigiosos del mundo, llegó casi de forma relámpago. Isaacson lo explica así: "La concesión del Premio Nobel de Química de 2020 a Doudna y Charpentier no fue una completa sorpresa, pero el reconocimiento llegó con una prontitud histórica. El descubrimiento de las CRISPR se había producido apenas ocho años antes. El día anterior, sir Roger Penrose había recibido el Premio Nobel de Física compartido por un descubrimiento en torno a los agujeros negros que había hecho más de cincuenta años antes. Y flotaba también la sensación de que ese premio de química era histórico". Doudna solo tiene 56 años, así que aún le quedan muchas cumbres que ganar.

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