8, Agosto, 2022

Foto: Getty.
El imperio secreto de Victoria Beckham, una fortuna propulsada por un negocio de moda estropeado
Después de más de dos décadas de matrimonio, los Beckham siguen siendo una máquina de hacer dinero a la que ahora también contribuyen sus hijos. Y eso a pesar de que la firma de ropa de la ex Spice Girl ya no es rentable. Pero Victoria Beckham no tira la toalla y ahora aspira a reinventar la narrativa alrededor de su marca.
Ixone Díaz
Contra todo pronóstico, Victoria Adams y David Beckham van camino de sus bodas de plata: han cumplido 23 años de matrimonio casi perfecto, que ha logrado transitar de lo más devaluado de la cultura pop (el fútbol y una ‘girl band’) a Buckingham Palace, donde él recibió su título de Caballero del Imperio Británico de manos de la reina Isabel II en 2017. Portadas y virales les avalan como la power couple definitiva, un equipo aparentemente irrompible en el amor y, definitivamente, imbatible en los negocios. No podemos medir la corriente romántica entre Victoria y David, pero sí valorar el alcance económico de su marca: cada uno atesora activos por valor de 450 millones de dólares. Él no para de firmar contratos de representación con Pepsi, Samsung, H&M, Haig o Adidas. Ella tiene los royalties y derechos de Spice Girls: una auténtica mina.
El potencial del apellido Beckham es exponencial, tanto como para convertir a su hijo Romeo, de 19 años, en el futbolista recién profesionalizado más rico de Reino Unido: ha firmado un contrato de 1,2 millones de libras con Puma. Sigue los pasos de su padre: directo al estrellato en el fútbol y la moda. Su hermano mayor, Brooklyn (22), ya prueba fortuna como fotógrafo o cocinero y acaba de casarse con la heredera del clan Peltz, Nicola. Cruz (16) ya ha lanzado su primer single como cantante. Y la pequeña del clan, Harper, aún tiene 10 años, pero le espera la misma alfombra roja a sus aspiraciones. Todos se benefician de la marca que con máxima inteligencia e increíble tesón construyeron sus padres y, sobre todo, su madre. Sobre Victoria recayó desde el minuto uno la responsabilidad de mantener el apellido Beckham en el circuito viral.
Si en lo inicios del matrimonio fue David Beckham quien dio lustre mediático a una diva del pop devaluada, poco a poco se fue despejando la mecánica de funcionamiento empresarial de una pareja ejemplar: él se reconvirtió en un hombre de negocios más o menos retirado de la prensa amarilla, mientras ella se encargaba de producir los contenidos ‘life style’ que debían mantener a flote la marca. No ha parado de hacerlo. Gracias a una narrativa heroica como empresaria de moda hecha a sí misma y a micro-polémicas puntuales no se ha bajado de portadas y programas desde principios de siglo.
Victoria Beckham ha sido la locomotora del clan, aunque lo haya conseguido a costa de bastantes pérdidas. Su marca de ropa, la que le valió el premio a la Mejor Marca del Año en los Premios de la Moda Británica 2011, no levanta cabeza desde hace seis años, con pérdidas de hasta 15 millones de euros en el último ejercicio. Sostiene su narrativa de mujer de negocios y su impacto mediático, pero como ‘business’ parece roto.
En los últimos meses, los esfuerzos de Victoria Beckham por reflotar su negocio de moda son constantes. Ha bajado un 40% el precio de sus diseños, además de presentar colecciones más accesibles, con menos complicaciones textiles y diseños más sencillos. Más aún, la ex Spice Girl se desdice ahora de su militancia en la ultra-delgadez, con declaraciones más bien tóxicas: "La delgadez está pasada de moda, ahora se llevan las curvas". Y añade: "Todo el mundo quiere tener tetas y culo, y cuantas más curvas tienes, mejor te sientan los vestidos de mi marca". No parece que Victoria Beckham termine de captar la diversidad corporal que abrazan las nuevas generaciones, pues continúa empeñada en someter a los dictados de la tendencia algo tan importante como el propio cuerpo.
Esta desconexión con el nuevo mundo presente puede ser la clave de la falta de atractivo de su marca, demasiado estricta para los parámetros de máxima flexibilidad del siglo XXI. Aunque ahora, por primera vez en sus diez años de historia, acepte vender vestidos para las mujeres que tienen hasta la talla 46. "He querido hacer una colección inclusiva en cuanto a la talla, el tono de la piel y el presupuesto", ha explicado. "Esto no se trata solo de mí", insiste. Quizá se ha dado cuenta un poco tarde.
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