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Elisabeth Borne: ¿podrá dulcificar la nueva primera ministra francesa la imagen arrogante de Macron?

Elisabeth Borne. Foto: Getty.

Elisabeth Borne: ¿podrá dulcificar la nueva primera ministra francesa la imagen arrogante de Macron?

Divorciada, madre de un hijo, aficionada a la lectura y a dar largas caminatas, la nueva primera ministra de Francia, Elisabeth Borne, ha tenido una carrera brillante, pero el 45 % de los franceses no conocían su nombre. Hasta ahora.

Elena de los Ríos

Dos datos para entender desde un prisma posible el nombramiento viral de Elisabeth Borne (61 años). Estamos ante la primera mujer que ocupa la posición de primera ministra del gobierno francés en 30 años, la segunda en toda la historia después de Édith Cresson, nombrada en 1991 por François Mitterrand. Cresson no llegó a completar el año en Matignon –el palacio de la Moncloa francesa– debido a un escándalo de corrupción, aunque no se puede decir que se ganara el respeto de la ciudadanía. Sostenía que la homosexualidad era "extraña y marginal" y más común "entre anglosajones que entre latinos", además de llamar a los japoneses "hormigas amarillas". De Borne no se puede decir nada, ni bueno ni malo. El 45% de los franceses admitió el mes pasado que no reconocía ni su nombre.

No es extraño: Elisabeth Borne optó por volar bajo como tecnócrata para convertirse en una verdadera superviviente de la política. No milita en ningún partido ni se ha presentado en ninguna lista, pero ha estado en distintas posiciones de alto funcionariado en cinco gobierno socialistas. De 2014 a 2015 fue jefa de gabinete de Ségolène Royal, ministra de Ecología, Sostenibilidad y Energía, para pasar luego a presidenta ejecutiva de la empresa pública RATP, operadora de transportes de París. En 2017 fue una de las muchas socialistas que se sumaron a La República en Marcha, el movimiento de Emmanuel Macron, y desde entones ha ocupado varias carteras ministeriales: ministra de Ecología e Inclusividad, ministra de Transporte y ministra de Trabajo.

Nacida en París en 1961, Elisabeth Borne es hija de un judío de origen ruso refugiado en Francia y deportado a un campamento de exterminio en 1942. Su padre murió en 1972 cuando ella tenía 11 años y su madre, sin demasiados recursos, tuvo que hacerse cargo de ella y de su hermana. Con becas, estudió Ingeniera de Caminos y Puentes en la prestigiosa Escuela Politécnica francesa. Divorciada de Olivier Allix, padre de su único hijo, es aficionada a la lectura y a dar largas caminatas, también por desiertos como los de Marruecos o Jordania. En su declaración de bienes de 2017 desveló que tenía dos apartamentos, uno de 68 metros en París y el otro de 43 en Hauts-de-Seine, valorados en 986.000 euros, cinco cuentas corrientes y de ahorro con 167.981 euros, un préstamo del que tenía que devolver 189.281 euros y un Citroën.

A pesar de su relativo anonimato, su gestión durante el gobierno del primer ministro Jean Castex ha ofrecido resultados. La tasa de empleo ha descendido a sus niveles más bajos desde hace 15 años, un logro que beneficia sobre todo a los más jóvenes, pues no se veía tan poco paro juvenil desde hace más de cuatro décadas. Como contrapartida, fue la responsable de reducir beneficios sociales a los desempleados en las últimas negociaciones sindicales. De hecho, aunque se confiesa una mujer de izquierdas y dice defender la justicia social, Elisabeth Borne se ha revelado una dura negociadora contra los todopoderosos sindicatos franceses, alerta ante una primera ministra que ya ha declarado que se opone a subir el salario mínimo y pretende retrasar la edad de jubilación. Las nuevas reformas laborales y de pensiones serán su acantilado de cristal particular.

"Quiero dedicar mi nombramiento a todas las niñas, para animarlas a ir hasta el final para perseguir sus sueños", dijo la nueva primera ministra durante su discurso inaugural. Con tales notas de ternura y su perfil bajo, Emmanuel Macron intentará demostrar que no es un frío y calculador gobernante solo interesado en la cuenta de resultados, sino un líder capaz de atender a las nuevas demandas de la sociedad francesa, encarnadas en Elisabeth Borne.

Efectivamente, Borne llega con ciertas credenciales ecologistas y sociales, pero su alma es tan tecnócrata como la de Macron. Su fama de exigente es proverbial y en sus equipos la apodaron ‘borne out’ (por ‘burn out’) por sus implacables horarios. "Es una adicta al trabajo capaz de quedarse en la oficina hasta las tres de la madrugada y volver a la mañana siguiente a las siete", ha contado uno de sus antiguos colaboradores.

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