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Desmontamos la fascinación por Harry Styles, el icono de la nueva masculinidad que recicla a David Bowie para la Generación Z

Harry Styles. Foto: Getty.

Desmontamos la fascinación por Harry Styles, el icono de la nueva masculinidad que recicla a David Bowie para la Generación Z

Su desafío a la masculinidad tradicional le ha convertido en un héroe para una generación insumisa a las reglas de género. La fiebre en torno a Harry Styles ha llegado hasta el punto de inspirar una asignatura con su nombre que se impartirá en una universidad americana. Analizamos el fenómeno pop.

Elena de los Ríos

En 2016, hace solo un lustro, el hombre más sexy del mundo según la audiencia global de la revista People fue Dwayne Johnson, más conocido como The Rock y, evidentemente, la encarnación en músculo depilado de la pura y dura testosterona. Por esas fechas, Harry Styles aún se estaba recuperando de su paso por One Direction, la canónica boy band que llegó a vender 70 millones de discos en todo el mundo. Unos meses de libertad le bastaron para encontrarse fuera de la fórmula prefabricada justo en las antípodas de La Roca: en el incomprendido territorio maquillado del glam rock. Su primer hit como un David Bowie adolescente y descafeinado fue un bombazo.

Desde entonces, su fórmula musical fluida, blanda y muchas veces retro ha ido de éxito en éxito, siempre a lomos de una estética milimétricamente diseñada para mostrar una masculinidad a la fuga. Esto es: sorprendentemente libre para experimentar con la moda, la cosmética y, en general, todo lo que aún se considera lo frívolo femenino. Nada que Bowie, Marc Bolan y otros tantos no hubieran hecho ya, pero ahora santificado por marcas del gran lujo como Gucci y toda una nueva generación de jóvenes que son insumisos a las reglas del género. Para ellos, Harry Styles es un héroe. Más desde que se convirtiera en el primer hombre en aparecer en la portada de Vogue, en diciembre de 2020 y con un vestido azul.

"No llevar algo porque es femenino significa negarte todo un planeta de ropa fantástica", explicó en aquel momento, cuando ciertas voces críticas reclamaban ‘que vuelvan los hombres’. "Lo mejor de este momento es que puedes ponerte todo lo que quieras, porque las fronteras entre lo masculino y lo femenino están cada vez más difuminadas", insistía. No ha sido la única manera que Styles ha encontrado para desafiar a la masculinidad tradicional. Su lema es "Treat People with Kindness" (“Tratar a la gente con amabilidad”), abreviado en las siglas "TPWK" que suele promocionar en su merchandising y en las redes. Harry Styles se propone como la encarnación del amor, la aceptación y la bondad, nada que ver con los mamporrazos que dispensa a placer en sus películas The Rock, cuyo personaje reparte justicia con la rígida marcialidad que exige el cliché del macho alfa.

Pero, entonces, ¿qué fascina tanto de Harry Styles? ¿Se trata, como estamos viendo, de sus ropas, su maquillaje, sus maneras delicadas en un cuasi perfecto cuerpo de efebo griego? Probablemente no: sería quedarse demasiado en la superficie. Sobre todo, porque estamos ante la estrella que mejor encarna la fuga que se ha dado en el pop del sexo, pensamiento único de Elvis a Madonna, al género. Lo que fascina de esta mezcla de Mick Jagger (por su físico), Freddie Mercury (por su presencia escénica) y Hugh Grant (por británico) no es su ambigüedad, andrógina o directamente femenina, sino el hecho de que es heterosexual. Un heterosexual sin matices que se feminiza en público y no se siente avergonzado por ello. Al contrario: lo ha convertido en la prueba de su poder. Pocos, muy pocos hombres de su edad pueden ponerse un vestido y salir indemnes de cualquier calle española. Styles, sí. Y lo hace para que, en un futuro no demasiado lejano, otros puedan hacerlo con la misma tranquilidad. Sean heterosexuales o no.

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