Mujeres y ciencia

Grandes mujeres científicas olvidadas por la historia

Solo el 3% de los Premios Nobel otorgados en ciencia han sido para una mujer. Una cifra para reflexionar en el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

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Muchas mujeres científicas han sido barridas por la historia. O han quedado a la sombra de sus colegas masculinos. Desde 1901, solo el 3% de los Premios Nobel otorgados en Ciencia, Física, Medicina y Química han sido para una mujer. Esta escuálida cifra da para reflexionar, y mucho, este 11 de febrero, en el que se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

El Secretario General de la ONU, António Guterres, ha hecho un llamamiento a luchar por la igualdad en la ciencia con motivo de este día: "La ciencia es una disciplina colaborativa, pero tropieza con el obstáculo de la brecha de género. Las niñas y los niños obtienen los mismos resultados en ciencias y matemáticas, pero solo una parte de las estudiantes opta por carreras científicas en la educación superior. Para estar a la altura de los desafíos del siglo XXI, necesitamos aprovechar todo nuestro potencial. Ese esfuerzo exige desmontar los estereotipos de género. Hay que apoyar a las científicas y las investigadoras en el ejercicio de su profesión".

Muchas mujeres dedicadas a la ciencia se han encontrado con obstáculos o, directamente, con el olvido a lo largo de los años. En el día de hoy queremos rescatar a un puñado de ellas, pero hay muchas más.

Maria Winkelmann-Kirch (Alemania, 1670)

Tuvo una buena educación, algo nada común en el siglo XVII, gracias a que su padre, un pastor luterano, era un adelantado a su tiempo y consideraba que las mujeres debían estar tan formadas como los hombres. Se interesó por la astronomía y llegó a conocer al astrónomo más famoso de Alemania, Gottfried Kirch, con quien se casó en 1692. A partir de ese momento, se convirtió en su ayudante. 

En 1700, Kirch fue nombrado astrónomo oficial de la Academia de las Ciencias de Berlín y ella pudo seguir investigando al lado de su marido, aunque como ayudante no oficial. En 1702 se convierte en la primera mujer que descubrió un cometa, el C/1702 H1. Sin embargo, cuando solicitó el ingreso en la institución como astrónomo asistente, los académicos la rechazaron por ser mujer. Cuando su marido murió, en 1710, la echaron de la Academia.

Mileva Marić (Serbia, 1875)

Especialmente dotada para la física y las matemáticas, la primera esposa de Albert Einstein siempre estuvo a la sombra del Premio Nobel. Marić había asistido a la universidad en Zagreb y en Heidelberg, algo poco común para las mujeres de la época. Conoció a Einstein en el Instituto Politécnico de Zúrich en 1896. Después tuvieron hijos y se casaron en 1903. El matrimonio y la maternidad alejaron a Marić de la ciencia. La pareja se fue deteriorando y se divorció en 1919. 

Aunque hay cierta controversia al respecto, se cree que Mileva trabajó muy estrechamente con su marido durante los años que estuvieron juntos. Algunos biógrafos consideran a Marić una pieza clave en las investigaciones sobre efecto fotoeléctrico, del que ya había hecho avances en sus años de formación, por las que Einstein recibió el Premio Nobel de Física en 1921. Ella fue invisibilizada por la Academia sueca.

Lise Meitner (Austria, 1878)

La carrera de esta física vienesa está llena de logros. Entre ellos, fue la segunda mujer en la historia de la Universidad de Viena que conseguía un doctorado en física. Sin embargo, su historia posterior está presidida por una gran omisión. Junto con el químico alemán Otto Hahn, Meitner hizo enormes avances en la fisión nuclear, dando pie a la creación de la bomba atómica. Sin embargo, el trabajo sobre el experimento publicado en 1939 no estaba firmado por ella, solo por Hahn. El alemán aseguró que, por la ascendencia judía de la científica, el régimen nazi no hubiese permitido que el nombre de Meitner apareciese en la investigación. En 1944, Otto Hahn consiguió el Premio Nobel de Química. A Meitner le arrebataron este honor.

Marianne Grunberg-Manago (Rusia, 1921)

Aunque nació en Rusia, vivió en Francia desde muy pequeña. Allí se formó en el Instituto de Biología Físico-Química de la Fundación Rotschild de París, aunque su gran salto llegó en 1953, cuando se trasladó a Nueva York para trabajar en el laboratorio dirigido por Severo Ochoa. Con el español hizo enormes avances en la investigación del ARN y algunas biografías aseguran que las aportaciones de ella fueron clave. Sin embargo, cuando en 1959 Severo Ochoa y Arthur Kornberg recibieron el Premio Nobel de Medicina por sus descubrimientos sobre el ARN y el ADN, en ningún momento apareció el nombre de Marianne.

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