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El comentario de la semana: Reflación en el horizonte

Después de un primer semestre de debilidad, la economía mundial cierra el ejercicio creciendo

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Después de un primer semestre caracterizado por la debilidad de la actividad y la preocupación por el riesgo de deflación, la economía mundial cerrará el ejercicio creciendo por encima de la media de los últimos años, mientras que la inflación parece ir consolidando una suave tendencia alcista, gracias a la subida acumulada por el precio del petróleo. Esta mejora de la coyuntura económica mundial se ha producido en circunstancias poco favorables, teniendo en cuenta el potencial desestabilizador del cóctel político que se ha ido formando a lo largo del año (Brexit, Trump, etc). De esta manera, cuando los “sospechosos habituales” estaban listos para certificar el final de la actual fase expansiva, parece que la probabilidad de una recesión a corto plazo se está reduciendo de manera importante.

Es difícil explicar la elevada resistencia de esta recuperación a todo tipo de eventos negativos (económicos y políticos). Todos los presagios negativos para este año se han cumplido y sus efectos sobre los datos de actividad están siendo mínimos. A lo mejor en eso consiste la nueva normalidad (estancamiento secular), ciclos de recuperación caracterizados por un bajo crecimiento, pero con una duración más extensa, apoyados en políticas monetarias extremadamente expansivas. Lo cierto es que, a tenor de la recuperación de las expectativas que muestran las principales encuestas de confianza en las últimas semanas, parece que los agentes han interiorizado que, a partir de ahora, deberán acostumbrarse a lidiar con una realidad más volátil e impredecible, con escasas certezas a todos los niveles.

Con estos mimbres, el término económico de moda para el año que viene puede ser reflación, es decir, aumento del crecimiento y de la inflación. Ese mayor crecimiento nominal sería una bendición para una economía mundial todavía muy endeudada. El riesgo es que el despegue de la inflación sea más intenso de lo esperado y terminemos en un proceso de estanflación como en la década de los 70, lo que introduciría muchas tensiones en los mercados. Sin embargo, este último escenario no parece muy probable, pues los factores estructurales que han presionado a la baja los precios en las últimas décadas, como la incorporación de los países emergentes a la cadena de producción mundial o las tendencias demográficas, van a seguir muy presentes en los próximos años.

El problema es que los bancos centrales deberán cambiar la inercia del pasado reciente y empezar a normalizar la política monetaria, evitando sobrerreacciones en los mercados de bonos. De momento, lo están consiguiendo, pues la subida de las expectativas de inflación, que, por otra parte, era lo que buscaban desde hace tiempo las autoridades monetarias, se están trasladando de forma moderada a las rentabilidades de la deuda pública, aunque el proceso de subida de los tipos de interés a largo plazo va a tener continuidad en 2017.

En este sentido, las últimas decisiones de la FED (subida de tipos en diciembre) y del BCE (reducción del ritmo de compras mensuales de bonos) parecen acertadas, aunque muestran que el banco central americano está mucho más adelantado en el proceso de normalización monetaria, reflejo de la diferente posición cíclica de ambas regiones. Como esta divergencia, previsiblemente, se mantendrá en 2017, el peligro es que se intensifique la tendencia de fortalecimiento del dólar, lo que podría tensar las relaciones con una administración americana muy sensible con estos temas.

La inflación parece consolidar una suave tendencia alcista por a la subida acumulada por el precio del petróleo

La paradoja de las últimas semanas es que, mientras el equipo económico de Trump pretende reducir el desequilibrio externo, el dólar no deja de apreciarse según se van conociendo detalles de las medidas económicas que se van a intentar poner en marcha. De momento, toda la atención se centra en las posibles tensiones que podrían desencadenarse con China, pero el siguiente país en la lista puede ser uno del norte de Europa que va acumulando, año tras año, superávits de balanza por cuenta corriente equivalentes al 8% del PIB; precisamente  el mismo que lidera la oposición en Europa a poner en marcha un estímulo fiscal equivalente al 0,5% del PIB.

Es cierto que el calendario electoral en Europa es muy exigente el próximo año, pero el reto es compatibilizarlo con una respuesta a la nueva realidad económica y política mundial.

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Contenido de Bankia y editado por Content Factory. En su elaboración no ha intervenido la redacción de este medio.